Por qué a los egipcios les gustaba tanto los gatos

28 octubre, 2018 - Maria Aguirre

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La historia nos ha permitido conocer a los seres humanos que los animales siempre jugaron un papel básico no solo para la supervivencia de la especie, sino desde el punto de vista social y cultural, especialmente desde que fueron domesticados hace ya muchos milenios especies como el perro o el gato. Éste último, según las evidencias históricas, fue domesticado por los egipcios hace 4.000 años aproximadamente. Esta cultura milenaria de la que afortunadamente han quedado muchas evidencias materiales en pie tenía a los gatos como un animal al que venerar, hasta el punto de elevarlos a categoría de deidad.

Es probable que su domesticación tuviera que ver con la abundancia de las ratas y ratones en los primeros centros urbanizados, que se multiplicaron desde este momento de la protohistoria. Los gatos son los mejores cazadores de estas especies, lo que les convierte en el mejor remedio natural contra las plagas que amenazaban el cultivo de la tierra, algo básico para la supervivencia en el Antiguo Egipto.

Los expertos creen que esa importancia que fueron tomando para el desarrollo de la vida social de la época fue creando un vínculo más allá de lo racional entre la población y el gato como especie, teniendo en cuenta la gran importancia del componente místico y del sentimiento religioso en este tipo de culturas. No está claro el motivo todavía, aunque parece que fue de forma natural como dicho vínculo alcanzó cotas tan elevadas que los gatos empezaron a ser grabados en las tumbas, lo que parece ser una demostración de la importancia del animal para el difunto que la ocupada. Esto se interpreta de forma general como un símbolo del notable peso de esta especie en la vida doméstico.

Posteriormente se han datado momias de gatos de unos 3.000 años de antigüedad, lo que se une a más tumbas que se han encontrado en las que los gatos aparecen en grabados sobre escenas rutinarias de la vida doméstica. También aparecieron estatuas en las propias tumbas con forma gatuna además de un sinfín de gatos en todo tipo de complementos personales, como brazaletes o anillos, e incluso en espejos utilizados para el maquillaje, un arte fundamental en la cultura egipcia. Todo esto viene a demostrar también que posiblemente se relacionó al gato como un animal que traía buena suerte, insistiendo de nuevo en la importancia que tenía la superstición y la buena fortuna para esta sociedad.

Finalmente, sea como fuere, se han podido registrar divinidades egipcias relacionadas con el gato. Mafdet fue la primera diosa felina datada, representada matando a una serpiente, si bien Bastet, con cuerpo de mujer y cabeza de gato, fue posiblemente la diosa gatuna más venerada. Era, según los egiptológos, la diosa protectora de las mujeres, la familia, los niños y los gatos.

Es importante no confundir la pasión por los gatos de los egipcios con la especie actual Sphynx, conocida coloquialmente como ‘gato esfinge’. Lo único que tiene de egipcio este gato es su similitud con las esfinges, pero su origen parece encontrarse muy lejos del país del norte de África ya que, aunque no se tiene constancia a ciencia cierta, parece que la mutación genética que dio lugar a estos gatos tuvo lugar en Canadá.

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